Cuando Sara cumpla un año ya no existirá el estado de alarma.
Todos los días y horas que hemos pasado recluidos comenzarán a ser un recuerdo que se irá difuminando en nuestra memoria. Aunque no lo olvidemos, atrás quedarán las angustias y las incertidumbres, el miedo y la prudencia obligada a un lado, el pensar que cada día es un momento de solo escuchar malas noticias. Cifras de muerte y contagios. Cifras de sufrimiento en cada una de las personas que eran embestidas por la enfermedad.
Cuando a Sara le cuenten, le contemos, lo que pasó, seguro que pone cara de asombro y de pensar “¡qué historia más rara debió ser aquello!”
El mundo ha cambiado, nos oímos repetir constantemente, como si se tratase de un ente con vida propia que decide qué hacer y cuándo hacerlo. El mundo no ha cambiado, hemos sido nosotros los que hemos provocado que la vida debamos entenderla de otra manera.